sábado, 1 de mayo de 2010

Testimonio de Santiago Quarneti

Buenos Aires, 9 de mayo de 2010.

Queridos amigos y desconocidos. Donantes y donatarios.
Blogueros y feisbukeros.

Imposible ser fiel a mí mismo y hablarles desde otro lugar que no sea el que pienso utilizar para contar el viaje y la experiencia.
Me tomó mucho más tiempo del que pensaba. Hojas del Word tiradas a la basura, hechas un bollo, un plural, una mierda.
Frases e ideas remanidas. Pensar en escribir como si tuviera que venderles algo. Imposible.


No tengo nada de eso para darles.
No tengo marketing en la sangre. Tampoco tengo tanto “amor” por la humanidad, ni deseos de prosperar, ni ambiciones de “yo ayudo, y vos?”. No, no, no.

Entonces querido lector, querido amigo o desconocido que tuviste ante tu conciencia el fugaz instante de hacer clik con el mouse en ACEPTO: PASTOS CHICOS NECESITA TU AYUDA … no tenés idea de cuánta ayuda necesita Pastos Chicos.

Si todo lo que podemos darle a Pastos Chicos es esto que estamos haciendo, seguirá necesitando, penando, caminando horas y días y semanas y meses por los maravillosos y desérticos cerros de la Puna.

La veo a la Sra. de Quispe con sus sandalias y sus medias rotas y su poncho fucsia.
- Señora … un poncho fucsia. Le parece?.
- Sí Extraño, Extranjero, Don, Señor, Conquistador, Ladrón. Claro que sí en la medida que sirva para ahuecarlo en el medio y colgar al gurí. Claro que sí en la medida que tape el viento de 60 km/hora. Claro que sí, Terrible Señor que apenas puede respirar y cubrirse del frío. La PachaMama le está surcando la cara y los labios, Señor. No lo quiere besar. Lo quiere matar ...



La propuesta de Pat fue tentadora. Fue buena. Intrínsicamente buena.
Claro que el viaje y el espiral relacional vivido con la comunidad desde que llegamos a Pastos Chicos hasta que nos fuimos con un polizonte (Darío, feliz cumpleaños!) fueron increíbles, esperanzadores, riquísimos, aleccionadores.

Pero queda tanto trabajo por hacer. Y somos tan pocos.
El frío es serio. Cualquier mísero agujero que tenga agua se congela de noche. De las 6 canillas que hay en todo el pueblo, olvidáte de sacar agua hasta que el sol no caliente.
Esa agua está contaminada con arsénico y boro.
No se usa para beber ni para cocinar. No hay baños salvo en la escuela y en la enfermería.
Los de la escuela, no andan. El de la enfermería, pierde.
No hay duchas en todo el pueblo. No hay agua caliente salvo la que se calienta al fuego de la tola. La tola es un arbusto que crece por todos lados. Pero cada vez menos. Falta de lluvia y acción del hombre (no te olvides del mamut …).

El agua que puede tomarse la traen semanalmente en un camión cisterna que llena 6 tanques de 800 l cada uno. Me preguntaron:
- El cloro mata a los renacuajos?
- No sé. Me sinceré. Creo que no, dije. Por?
- Y porque el agua que traen de Agua de los Andes, viene algunas veces con renacuajos.
Esa agua sí la usan para beber y cocinar. Perdón, la usamos mientras la Puna fue nuestra madre.
Severa, dolorosa, impaciente, cariñosa.

En la escuela, los maestros hacen un trabajo impagable. Educan. Educan. Educan. Y con nada. Con muy poquito. Con mucho.
Esfuerzo, sacrificio, vocación y amor. Eso sobra.
Pero faltan objetivos, medios económicos, wi-fi, libros, esperanzas.
Hay hombres que no pudimos ver. Trabajan en las minas, lejos de casa.
Las mujeres crían cabras, llamas y ovejas. Todo para darles de comer a sus 7 hijos promedio.

Estos, cuando llegan a la edad adolescente o se transforman en padres o madres, o en pastores, o deben irse de su casa para seguir la escuela secundaria. Abandonar para no abandonar.
No hay escuela secundaria en Pastos Chicos.

El viento y la tierra son acá Majestades. El cielo límpido. La falta de nubes y de oxígeno. La cabeza metida dentro de una morsa y Dios que parece olvidado de esta gente, le da vueltas, y aprieta y aprieta.



Y Darío que cumplió 21 años y tiene una hija y su pareja viviendo en San Antonio de los Cobres. Trabaja en Susques. Tiene sus padres en Pastos Chicos. Horas y polvo y resignación para ir de un lado a otro, pero salió de los refugios en los pies de los cerros que usa su padre, y usaba su abuelo, y el abuelo de éste, y de éste y de éste.
Progresó Darío porque es chofer. Progresó?
No pasa hambre Darío. Pero me vuelvo a preguntar. Progresó?

El Jefe de la Comunidad es un hombre sencillo de ideas claras. Un luchador. Tiene la fuerza de sus ancestros en sus profundos ojos negros.
Compartió –el último día, casi sobre el final del viaje- muchas de ellas con nosotros.

Mejorar la sangre del ganado con nuevos reproductores.
Lograr bajar el “agua buena” de los cada vez más escasos manantiales que hay en los cerros.
Terminar la obra del salón comunal y del salón de los artesanos.
Hacer baños con un sistema solar que dé agua caliente.
Poder recibir gente. Mochileros (chicos, lugar para ir antes de morir, confíen en mí).
Llevar allí a los ancianos y enfermos cuando lo necesiten.
Dar energía al pueblo. Electricidad. Poder usar máquinas.

Podremos cubrir las expectativas de esta gente?
Estamos a la altura de sus necesidades o estamos demasiado ocupados revolviéndonos en nuestra propia porquería?
Tendremos ayuda o somos nosotros nuestra propia ayuda?

No me olvidaré jamás de aquel niño que me preguntó con serio semblante:
- Cuándo vuelven, Señor?
No supe si contestarte con la verdad.
Decidí que no.
- En tres meses, le dije. Cuando pase el invierno.
De todos depende.

Santiago



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